Hemos celebrado recientemente el cincuenta aniversario de la llegada del hombre a la Luna, hito de relevancia crucial en la historia de la humanidad, como se ha puesto de manifiesto, y de forma acertada, en múltiples ocasiones.
Desde la finalización del programa Apolo, el progreso de la aventura espacial tripulada ha quedado confinado en la órbita baja terrestre, si bien es cierto que mediante sondas y robots hemos explorado el sistema solar en las últimas décadas de forma exitosa y eso nos ha permitido tener una foto bastante completa del entorno en el que estamos y en el que, con los evidentes retos de los vuelos interestelares, permaneceremos confinados durante bastante tiempo. Un Sistema que, nimio en comparación con el Universo, resulta hoy por hoy avasallador en cuanto a distancias y desafíos de todo tipo en cuanto a su exploración y utilización como marco de expansión de la humanidad, siendo por lo demás inevitable que ello suceda.
Ahora, el futuro parece estar definiéndose ante nuestros ojos con los planes de regreso a la Luna, esta vez para quedarnos ya que otra opción no tendría sentido y los ambiciosos planes de viajar a Marte, con los inmensos retos que dicha epopeya conlleva. Si los desarrollos tecnológicos y científicos son enormes, no menos lo son los psicológicos y sociales, ya que estamos hablando de afrontar de una vez el abandono de la Tierra para iniciar la expansión de la humanidad por el sistema solar. El proyecto de base lunar, sea la “aldea lunar” anunciada desde la ESA o la propuesta por la NASA y el establecimiento del Space Gateway en órbita lunar tanto para facilitar el acceso a la Luna como servir de puerto para viajes mas allá, son otros hitos remarcables. Y la configuración de un proyecto de viaje a Marte aúna todos esos retos al unísono, siendo la necesaria colaboración entre países y agencias de todo el mundo necesario. La necesidad de modelos colaborativos y organizativos será crucial y los desarrollos políticos y legales que los cubran no dejarán de ser otro reto interesante.
El mundo del espacio es muy diferente al que se contemplaba en 1969; de la simplificada guerra fría entre dos superpotencias al multilateralismo actual hay medio siglo de diferencia. Los modelos y alianzas han cambiado y los operadores se ha multiplicado: muchos más países implicados en diversos continentes, creación de nuevas agencias espaciales nacionales, entes y organismos internacionales así como un creciente número de empresas que promueven la participación del sector privado y su manifiesto interés, como a sucedido a lo largo de la Historia, en todo lo que el espacio nos ofrece. La exploración se mantiene y crece, pero la explotación del espacio como zona económica ha tenido un desarrollo mayúsculo, ya no solo como lugar de ubicación de satélites y estaciones espaciales con diversos fines, sino que hay que tener en cuenta el peso de todas las aplicaciones y utilidades con origen en datos obtenidos en y desde el espacio. Y por si fuera poco, la utilización in situ de recursos naturales se abre paso como el siguiente gran hito, a falta de concretar los medios técnicos para llevar a cabo la explotación de forma económicamente viable.
Desde el punto de vista legal se ha pasado de la existencia de los cinco grandes Tratados internacionales en materia espacial, (siendo solo cuanto de ellos realmente efectivos) y que en algunos de sus aspectos fundamentales se han quedado claramente desfasados como es el caso del libre acceso al espacio por parte de múltiples operadores, a un muy nutrido conjunto de legislaciones nacionales que respetando en esencia los mismos y como no podía ser de otra manera, han ido extendiendo capacidades, ámbitos competenciales y capacidades de actuación. Muchas son las voces que vienen pidiendo actualizaciones legales en foros internacionales y otras formas de regulación mas flexibles, como acuerdos, convenios y recomendaciones, se van abriendo paso. Ello añade un punto de complejidad burocrática tanto en sede local como entre los países que van adoptando modelos organizativos internos claros para gestionar un creciente volumen de necesidades y disponer a su vez de interlocutores claros en el marco internacional.
La actividad es mas que notoria y ello nos afecta a todos para estar al nivel que el nuevo escenario exige; sirva el cercano ejemplo de Luxemburgo: un pequeño país que en un breve periodo de tiempo ha orquestado una completa estrategia en el sector espacial con la creación de una agencia espacial propia orientada directamente a los negocios, una ley reguladora del acceso a los recursos naturales en el espacio, programas educativos de primer orden y una vis atractiva importante que ha hecho que algunos de los principales países del mundo hayan firmado acuerdos de colaboración y un creciente número de empresas han constituido delegaciones en el país.
Otro ejemplo, esta vez situado en nuestras antípodas, es Australia, que ha firmado un acuerdo de cooperación con la ESA para el estudio de vías de colaboración, enmarcado dentro de su plan estratégico 2019/2028 y contribuyendo, por otro lado, a la expansión de planes de la agencia europea mas allá del mero ámbito territorial de su denominación oficial.
Si los diferentes países se muestran activos, no menos lo es la economía new space, que estará a la cabeza del desarrollo económico, según reputadas consultoras internacionales como Morgan Stanley que pronostican que el volumen de negocio del sector espacial crezca de los actuales 350.000 millones a alrededor de un billón de dólares dentro de veinte años.
Como se ha indicado, este panorama nos afectará a todos sin excepción y deberemos afrontar todos lo retos, tanto los científicos y tecnológicos que nos permitan participar, como se viene haciendo hasta la fecha, en las misiones de exploración y permanencia en el espacio, como sobre todo en los desarrollos económicos que se vislumbran, con un necesario liderazgo político que apueste sin dudas por el sector y que además, proporcione el necesario apoyo para que se den todos los desarrollos necesarios.
Para ello son necesarias una serie de herramientas que se ha comprobado en nuestro entorno, son de las que se dotan los países para ordenar adecuadamente la actividad y constituirse en claros interlocutores internacionales. Esas herramientas son, a mi modesto entender, las siguientes: En primer lugar y mas importante , la existencia de un marco jurídico ágil y eficaz que dote de seguridad jurídica a todos aquellos que quieran operar en el sector espacial con sus nuevos retos: La Ley espacial española; asimismo y siguiendo la estela de muchos otros países, es necesario un órgano coordinador de las actividades espaciales, con un enfoque eminentemente práctico y ágil, que integre lo mejor de los profesionales de las administraciones y las empresas, cuyo germen estaría en la comisión Interministerial que agrupaba organismos como CDTI, INTA, Fomento, etc, y sobre cuya nomenclatura (podría ser tanto el Centro Espacial Español como la Agencia Espacial Española ), ya se debatiría; Se complementarían con un marco fiscal y financiero que estimule y promueva el desarrollo de estas actividades, definidas en un marco amplio y finalmente poder tener la oportunidad de completar los procesos educativos y formativos de nuestros jóvenes en la materia, cuya brillantez está fuera de toda duda y su participación en múltiples proyectos nacionales e internacionales es prueba evidente.
He iniciado esta breve reflexión con la reseña sobre la llegada del hombre a la luna, que podríamos equiparar, en un contexto histórico, con la llegada a América.
Pero notorio és que este hito no quedó solo en los viajes de Colón al nuevo mundo, sino que continuo a partir de ahí con múltiples viajes, nuevos establecimientos, la circunvalación de la Tierra de la que ahora celebramos los quinientos años, y nuevas exploraciones a cargo de varios países que acabaron conformando y “descubriendo” el mundo tal y como lo conocemos ahora. No nos quedamos en Guanahaní; no nos quedemos en la órbita terrestre. Si el primer hito fue fundamental, de mucho mayor calado es toda la actividad que le siguió, la que ha dado forma al mundo, con sus luces y sus sobras, cierto es, pero que ha supuesto un indudable avance de la humanidad. El reto que ahora tenemos delante es mayúsculo y la velocidad a la que parece estar concretándose es exponencial. A todos nos corresponde estar a la altura y sin duda lo estaremos.