La misión Rosetta de la Agencia Espacial Europea (ESA) despegó un día como hoy hace 20 años. El 2 de marzo de 2004, a bordo de un cohete Ariane 5 desde el puerto espacial europeo en Kourou, Guayana Francesa, comenzó su viaje de 7.900 millones de kilómetros, hasta encontrarse con el cometa 67P Churyumov-Gerasimenko y luego enviar su pequeño módulo de aterrizaje Philae a la superficie.
Sin embargo, el 67P no era el objetivo original de la misión. En realidad, debía dirigirse al cometa 46P/Wirtanen en 2003, pero se retrasó por un problema con el lanzador. Una vez que estuvo listo, los científicos debieron buscar otro blanco con una órbita similar, ya que sólo tenían una oportunidad de atrapar el cometa.
Un viaje de una década
Durante su viaje de diez años, Rosetta, construido por Airbus, realizó una serie de maniobras orbitales utilizando la atracción gravitacional de la Tierra y Marte para actuar como una honda para ganar aceleración y alcanzar los 55.000 kilómetros por hora (más de 15 kilómetros por segundo) para alcanzar al 67P. Viajar a esa velocidad e intentar encontrarse con un cometa de sólo 4 kilómetros de ancho se describió como una mosca que intenta aterrizar sobre una bala que va a toda velocidad. De hecho, Rosetta alcanzó los 123.000 kilómetros por hora cuando siguió al cometa en el punto más cercano al Sol.
Entremedio, en julio de 2011, la misión fue puesta en hibernación para su frío y solitario viaje. Durante ese periodo, que duró más de 900 días antes de acercarse al cometa, Rosetta estuvo tan lejos del Sol que sus paneles sólo pudieron obtener 400 vatios de energía, el equivalente a apenas seis bombillas. Afortunadamente para sus objetivos, en enero de 2014, la nave fue "despertada" por cuatro sistemas internos preprogramados y comenzó su aproximación final a 67P.
Momentos previos al lanzamiento de la misión Rosetta en un Ariane 5. Firma: ESA
Siete meses después, sus propulsores la pusieron en órbita a sólo 100 kilómetros por encima del cometa e igualando su velocidad en el espacio. En ese momento, Rosetta comenzó su trabajo, midiendo todos los parámetros, escaneando y cartografiando la superficie de este cuerpo desconocido, para encontrar un lugar donde aterrizar en él. Vale la pena mencionar que Rosetta tuvo que sobrevivir temperaturas extremas: el calor abrasador del Sol desde la distancia de Venus y los -270ºC en el espacio profundo a la altura de Júpiter.
El aterrizaje de Philae
El objetivo de la misión era estudiar un cometa, que son cuerpos considerados como "cápsulas del tiempo" que contienen material original "sobrante" de la época en que se formaron el Sol y sus planetas. Hasta Rosetta, sólo un puñado de naves habían logrado observar uno, pero por cortos periodos de tiempo, sin apenas conseguir ciencia espacial. En ese sentido, el módulo Philae rebotó sobre la superficie de 67P a una velocidad de dos kilómetros por hora. Una vez allí, logró tomar mediciones gracias a sus 11 instrumentos, tanto en su periodo de inactividad y luego en su periodo de activación a medida que se acercaba al Sol.
Cifras de la misión Rosetta. Firma: ESA
Características de la misión
La masa de Rosetta era inferior a tres toneladas, de lo contrario no hubiese sido posible alcanzar el cometa, aunque a bordo llevaba 1.670 kilos de combustible. La carga útil científica tenía un peso de 165 kilos y el aterrizador Philae otros 100 kilos. pesa 165 kg y el Lander (Philae) 100 kg. El orbitador tenía unas dimensiones de 2,8 por 2,1 por 2 metros, con dos paneles solares de 14 metros de largo.
El entonces director del proyecto Rosetta de Airbus, Gunther Lautenschlaeger, dijo en su momento que "llegar más allá del horizonte, donde nadie había estado antes, fue un desafío increíble; tuvimos que desarrollar nuevos conceptos para que la nave espacial pudiera operar y sobrevivir de forma autónoma. Lo que hemos logrado ha allanado el camino para muchas naves espaciales modernas de Airbus".