El telescopio espacial James Webb (JWST) de la NASA cumple hoy, 25 de diciembre, un año desde su lanzamiento en 2021 calificado como el mayor avance científico de 2022 por la revista Science. Con un coste de 10.000 millones de dólares estadounidenses, fue lanzado en un cohete Ariane 5 desde el Puerto espacial de Kourou (Guayana Francesa) y está destinado a durar entre cinco y diez años.
El dispositivo es un observatorio espacial desarrollado en colaboración por 14 países, construido y operado conjuntamente por la Agencia Espacial Europea (ESA), la Agencia Espacial Canadiense (CSA) y la NASA para relevar a los telescopios Hubble y Spitzer.
El JWST ofrece una resolución y sensibilidad muy avanzadas, dando servicio a varias investigaciones astronómicas y cosmológicas. Uno de sus propósitos fundamentales es observar los eventos y objetos más distantes del Universo, algo que habitualmente está fuera del alcance de los telescopios terrestres. Webb orbita aproximadamente a 1.500.000 km de la órbita terrestre.
Avance científico del año
El telescopio ofreció su primera imagen seis meses después de su lanzamiento, el 12 de julio de 2022. Se trataba de la foto más profunda del Universo que un dispositivo ha capturado jamás.
El redactor jefe de la revista Science, Herbert Holden Thorp, explica que el telescopio "presenta grandes promesas científicas y su enorme espejo permitirá observar sucesos y objetos a distancias suficientes para revelar el Universo cuando tenía menos de mil millones de años".
Además, "sondeará también las atmósferas y los climas de los exoplanetas, lo que permitirá vislumbrar el potencial de otros planetas para albergar vida; es difícil imaginar una mirada más apasionante a la belleza de la naturaleza que comprender cómo se formó el universo y si existe vida en otros lugares".
Otra de las imágenes icónicas que ha dejado Webb es, según explica la NASA, un "paisaje de 'montañas' y 'valles' salpicados de estrellas brillantes es en realidad el borde de una región cercana y joven donde se forman estrellas, llamada NGC 3324, en la nebulosa de Carina". La imagen fue capturada en luz infrarroja y revela por primera vez regiones de nacimiento estelar que antes habían sido invisibles.
El lanzamiento
"La presión era extrema el día del lanzamiento", asegura el responsable de la oficina de Kourou de la ESA en la Guayana Francesa, Daniel de Chambure, que admite que "apesar de que confiábamos en nuestro éxito gracias a casi 15 años de preparación, la presión podía sentirse en el aire después de una larga campaña de lanzamiento con una serie de problemas técnicos que tuvimos que solucionar".
La ESA explica, sobre ese día, que "no es una exageración afirmar que el mundo entero estaba mirando" al que se ha convertido en el sucesor del telescopio espacial Hubble. La Agencia asegura que "la humanidad estaba esperando nuestro próximo 'gran ojo en el cielo', un gran salto en lo que respecta a la capacidad tecnológica que ampliaría nuestra visión hasta los mismos orígenes de las galaxias y las estrellas".
El ascenso estaba programado para que durara unos 30 minutos, y la misión en la base terminaría cuando se recibiera la confirmación de que el Webb había desplegado automáticamente su panel solar, que estaba generando su propia energía y se podía comunicar con el equipo. Sin embargo, los responsables temieron por la misión en ese instante.
El momento más "aterrador"
El responsable de la oficina de la misión Webb en Baltimore, Massimo Stiavelli, explica que el momento "más aterrador de todos ellos fue durante una prueba en la que el panel solar no se desplegó" durante una de las pruebas previas al lanzamiento. Explica que eran "conscientes de que, al estar funcionando con baterías, nos quedaríamos sin energía en algún momento".
Aunque, finalmente, el día del lanzamiento todo ocurrió con normalidad.
El papel de España
El papel de España en la misión ha sido fundamental, pues en el desarrollo de dos dispositivos presentes en el telescopio han participado el Centro de Astrobiologia (CSIC-INTA) y las compañías Airbus España e Iberespacio.
La participación del CSIC-INTA consiste en el desarrollado un sistema que ayuda a calibrar en tierra el funcionamiento de un instrumento de infrarrojo medio, el MIRI, al simular simula la señal del telescopio. La cámara de este instrumento cubrirá una gran amplitud con una resolución media.
Otro dispositivo, el NIRSpec (espectrógrafo de infrarrojo cercano), ha sido desarrollado en parte por Airbus España e Iberespacio. La tecnología analiza la composición química de objetos muy lejanos cuya luz llega en la frecuencia lumínica correspondiente al infrarrojo más cercano a la luz visible debido a su viaje por la dilatación del espacio.