Pablo Álvarez es uno de los elegidos para la gloria. Este ingeniero aeronáutico leonés de 36 años ya forma parte del selecto elenco de astronautas en activo, no más de un centenar en todo el mundo, después de haber obtenido en abril de este año la certificación en el Centro Europeo de Astronautas de la Agencia Espacial Europea (ESA).
“Es difícil que haya una profesión más visible” que esta, admite Pablo ante un nutrido grupo de periodistas que ha acudido a escucharle este martes hasta la sede del Centro Europeo de Astronomía Espacial (ESAC) sita en Villanueva del Pardillo, a las afueras de Madrid.
Pablo fue seleccionado como candidato a astronauta de la ESA en noviembre de 2022 y empezó su formación básica en abril de 2023 en Colonia donde aprendió sistemas espaciales, ingeniería de vuelo, meteorología, ruso, psicología, astronomía, medicina, técnicas de supevivencia y otras materias. Después de un año de pruebas y estudio, viajó a Houston donde pasó un intenso entrenamiento de seis meses, hasta completar, en noviembre, el curso básico de EVA (Actividades Extravehiculares) que le capacita para hacer una caminata espacial en un traje presurizado. “Ha sido lo más difícil y apasionante, tanto física como mentalmente”, admite.
No debe ser nada fácil mover los dedos dentro de un equipo tan pesado (aquí en la Tierra), en un guante que tiene siete capas y estar con el traje seis horas dentro de una gigantesca piscina trabajando y haciendo ejercicios, incluido el simulacro de rescate de un compañero. Algunos de los astronautas terminan con las uñas rotas y hematomas.
Pablo Álvarez, en la rueda de prensa calebrada este martes. Firma: Santi Moreno.
Las pruebas que ha pasado Pablo han sido duras y exigentes. Como la centrifugadora donde soportó 9G que simula la aceleración en caso de aterrizaje de emergencia, o la cámara hiperbárica donde experimentó sensaciones fuertes para manejar la perdida de presión y la hipoxia. También ha hecho pruebas más propias de bomberos y vuelos parabólicos para practicar habilidades en un ambiente de microgravedad.
Pablo, sin embargo, aún no ha terminado su formación. En 2025 se trasladará a Canadá para aprender a mover el brazo robótico de la Estación Espacial Internacional (ISS) y también hará un curso de piloto de aviones. Cuando le hayan asignado su misión de seis meses de duración en la Estación, presumiblemente en 2026 o 2027, se trasladará a Moscú para recibir clases durante cinco semanas sobre el segmento ruso del laboratorio orbital. Su idea es que podría viajar al espacio en 2028, dos años antes de que la ISS comience su proceso de jubilación.
“Lo que me cuentan quienes estuvieron arriba es que se vuelve con una sensación de vulnerabilidad”, explica.
¿Por qué le eligieron entre miles de personas? le ha preguntado infoespacial.com. “Se busca una serie de cualidades y no debes destacar en ninguna. Debes estar un poco por encima de la media en todas. Buscan una personalidad sin muchas aristas que pueda convivir en misiones de larga duración en un espacio cerrado con otros compañeros de otros países y culturas”, responde.
“Para mi es importante que un astronauta mantenga los pies en la tierra, que sea humilde, porque solo somos una pieza más en el engranaje”, afirma en la entrevista que ha concedido a este medio digital.