Periódicamente resurge el debate sobre la necesidad, conveniencia, u oportunidad de crear
una “agencia espacial española”; entrecomillo intencionadamente la denominación dado que, aunque el término “agencia” se suele utilizar referido a los organismos que en derecho comparado regulan la dirección de programas espaciales, estricto sensu pueden utilizarse diversas figuras jurídicas. Sin embargo, no es objeto de este texto, encaminado más a introducir una reflexión en la línea de las que cada vez con más fuerza se escuchan, que a debatir sobre el tratamiento administrativo de cómo debe denominarse el Organismo en cuestión, por lo que a efectos prácticos, me referiré al término agencia.El sector espacial posee una importancia indiscutible como generador de productos y servicios de muy alto valor añadido; sin ser cuantitativamente muy importante, al menos en nuestro país, si lo es cualitativamente y junto a las empresas que han contribuido desde hace años a crear esta realidad, debemos tener en cuentala nueva generación de empresas que, con múltiples desarrollos, buscan su oportunidad, ya no como meros proveedores, sino como actores directos de negocios de primer nivel. Es además, paradigma de un nuevo modelo económico en el que se mira nuestro país como opción de crecimiento empresarial que aúna un elevado componente de I+D con una nota de prestigio en una actividad que siempre ha sido puntera.
Muchos de los países de nuestro entorno y más allá, se han dotado de agencias y su correspondiente base legal para no solo regular, organizar e impulsar las actividades espaciales, si no también para la promoción, difusión y comunicación de las mismas.
Así, en derecho comparado disponemos de una amplia panoplia de ejemplos que dan información para ayudar a configurar nuestro propio modelo: el potente modelo del CNES francés, la más liviana estructura británica, reducida y de relativa reciente creación; el modelo USA, donde opera la distinción de atribuciones entre la NASA, el DoD y el FAA-AST para actividades comerciales; también están los modelos de las recientes agencias en países latinoamericanos, etc. Hay que tener en cuenta, desde luego, las particularidad es de España, de donde venimos en el sector y cuales son nuestras necesidades presentes y futuras.
Una rápida visión de la situación en nuestro país nos habla de un grupo de empresas de primer nivel, de muy alta capacitación, involucradas desde años en los principales programas espaciales de la ESA y algunos de otras agencias que, gracias a su competitividad, entendida ésta como plena capacitación fuera de dudas, están empezando a darse cuenta de que puede colocar sus productos en el mercado internacional mas allá del mero georetorno propio de la estructura financiera de la Agencia Espacial Europea.
Si bien hay que agradecer las oportunidades de desarrollo que los grandes programas institucionales han proporcionado y siguen proporcionando, no hay que obviar las nuevas realidades que se están poniendo de manifiesto en el mundo, donde cada vez más empresas compiten entre ellas y proyectos espaciales privados de diversa índole se abren paso generando una nueva economía, denominada genéricamente “newspace” que bien puede configurarse como la apertura general de la aventura espacial a la economía internacional. Posicionamientos como los que llegan a considerar la órbita baja terrestre como una zona económica a explotar confluyen muy positivamente en esa concepción.
Y es en esta tesitura cuando debemos preguntarnos si España dispone de las estructuras organizativas adecuadas para hacer frente a los nuevos retos que sin duda, se presentan. A falta de una agencia oficial, diversos entes han afrontado esa posición en sede interna y ante los organismos internacionales. Así podemos citar al CDTI, representante oficial de España ante la ESA, la NASA y otras agencias; la actuación de otros Ministerios con competencias en la materia, como el de Fomento, que recientemente está impulsando la que todos esperamos sea la futura Ley Española de Actividades Espaciales, en principio reservada para aquellas actividades que no sean las directamente gubernamentales; el Ministerio de Defensa, que se articula con el anterior en la CIDEFO y dispone, además, de las brillantes credenciales del INTA; o la mas reciente Comisión Interministerial que agrupa, junto a los citados a más Ministerios (Industria, Economía, etc.) para tratar temas relacionados directamente con el espacio.
Respondiendo a los tres elementos básicos con los que comenzaba estas líneas cabe preguntarse:¿es necesario disponer de agencia? En mi modesta opinión sería una forma de racionalizar los múltiples vectores de actuación, dispersos en diversos Ministerios y en los que personal muy capacitado trabajan por separado.
¿Es conveniente? sin duda; lo es la posibilidad de unificar y coordinar recursos, presupuestos yequipos técnicos y humanos; lo es la opción de crear una política espacial a medio y largo plazo, más allá de cambio políticos, fundada en un pacto de Estado que la apoye sin estar sometida a vaivenes “terrenos”; lo es el proporcionar a los operadores, nacionales e internacionales, ya sean los de larga trayectoria como a los que han nacido en fechas recientes, de la necesaria seguridad jurídica, con un interlocutor claro e identificado que sirva de interfaz ante la administración; y lo es no llegar tarde al establecimiento de estructuras que no solo regulen y coordinen, si no también que apoyen, difundan y valoren en la medida que se merece, la actividad espacial.
Y además, creo que sería el momento oportuno: celebrando los 50 años de actividades espaciales en nuestro país, coincidiendo con la eclosión de operadores y de proyectos, con la definición de nuevos paradigmas y formas de actuar, con la búsqueda del acceso privado al espacio de forma generalizada como actividad económica, etc.
Solo quedaría por tratar y esa es la clave, cómo debería organizarse y ello requiere un esfuerzo por parte de todos los interlocutores implicados. Parece unánime que uno de los puntos primordiales ha de ser tener claro que no se trata de crear más estructuras administrativas, sino de unificar, reorganizar las existentes y que ello sea a coste cero, gestionando un presupuesto que hoy por hoy estaría muy repartido y que debería fusionarse y reasignarse; debe ser un ejercicio de racionalización de recursos, no de creación de duplicidades; deben evitarse los conflictos de intereses y gestionarse de forma eficiente por aquellas personas que realmente conozcan el sector, que puedan acreditar solvencia profesional y plena capacitación en un sector que requiere de los mejores. Esa eficiencia significa capacidad real para gestionar la política espacial, promover la actividad privada y obtener el reconocimiento internacional que corresponde.
Poco más se puede decir sin riesgo decaer en extensas consideraciones de cada uno de los puntos tratados, pero parece ineludible que éstas se lleven a cabo por todas las partes implicadas para no perder una oportunidad excelente de disponer de una herramienta de futuro que, bien gestionada, puede aportar grandes satisfacciones a un sector que es, sin duda, el futuro.