Voyager 1 le ha traído más de un dolor de cabeza a la NASA en el último tiempo. Desde diciembre pasado, la sonda, lanzada en 1977 y una de las más emblemáticas de la agencia estadounidense, comenzó a enviar datos sin sentido para sus científicos: la unidad de modulación de telemetría (TMU, por sus siglas en inglés) comenzó a transmitir un patrón repetitivo de unos y ceros como si estuviera "atascada". Después de descartar otras posibilidades, determinaron que la fuente del problema es el sistema de datos de vuelo (FDS).
Sin embargo, la principal preocupación del equipo del Laboratorio de Propulsión a Chorro (JPL) es la distancia: la nave espacial está a más de 24.377 millones de kilómetros de la Tierra, por lo que, si bien se mantienen las comunicaciones, se necesitan más de 22 horas para que llegue un mensaje y el mismo tiempo para recibir uno de vuelta.
En una entrevista con el medio Ars, la directora del proyecto, Suzanne Dodd, comentó que "sería el mayor milagro si lo recuperáramos. Ciertamente no nos hemos rendido. Hay otras cosas que podemos intentar, pero esta es, con diferencia, lo más grave que he enfrentado al mando (desde 2010)".
¿Problemas de mantenimiento?
En 2017, a 40 años de su lanzamiento, los propulsores primarios de la Voyager 1 mostraron signos de degradación. En ese entonces, los ingenieros cambiaron a otro conjunto que se habían utilizado originalmente durante los encuentros planetarios de la nave. Luego, entre agosto y septiembre de 2022, los equipos del JPL debieron enfrentar un problema similar de envío de datos "confusos", lo que pudo ser solucionado en su momento.
Por otro lado, durante 2023 fue su gemelo, Voyager 2, el que presentó inconvenientes: por unas semanas, se perdió el contacto luego de que los ingenieros enviaran una serie de comandos que provocaron que su antena apuntara en una dirección incorrecta, una desviación de apenas dos grados. Sin embargo, un "latido de corazón" y un "grito interestelar" fueron las pruebas del restablecimiento de las comunicaciones.