Desde que en el pasado mes de septiembre se diera a conocer el Informe Draghi sobre el futuro de la competitividad europea, varios han sido los análisis que el texto ha suscitado. El objeto del presente artículo se centra en lo referente al sector espacial europeo, contenido en la Parte B, (análisis en profundidad y recomendaciones); Sección I, apartado 8.
Múltiples son las definiciones del concepto de competitividad; si citamos, por todas, a Haguenauer, (1989) indica que, y cito textualmente: “Según el concepto de eficiencia, la competitividad se define como la capacidad de un país de producir un determinado bien en mejores o iguales condiciones en comparación con otra economía”; es decir, se trata de ser capaces de generar una ventaja frente a los demás, destacándose.
En el presente caso, tratamos sobre el futuro de la competitividad de un ente complejo a todos los niveles, como es Europa y en un sector crítico: el espacio. La inclusión de la actividad espacial como uno de los sectores relevantes para un análisis pormenorizado, ya nos da una idea de lo crítico que es dentro de la economía europea y mundial y la influencia global que comporta.
Marco Draghi divide el análisis sectorial en dos pasos: un recorrido por lo que denomina el punto de partida y posteriormente incluye objetivos y propuestas, elementos que dotan de indudable valor al documento, que trasciende de ser de una mera recopilación del status quo a una herramienta que ha de servir de guía para la adopción de una serie de políticas que busquen que Europa, y por consiguiente, cada uno de los estados que la componen, sea competitiva en el pujante sector espacial donde Estados Unidos y China son los competidores a tener en cuenta principal, aunque no únicamente.
De esta forma se referencian con acierto una serie de puntos que definen con claridad la situación en la que estamos:
“El sector espacial mundial está a la vanguardia de la innovación tecnológica, contribuyendo a los avances de vanguardia, la resiliencia y la seguridad de las sociedades modernas, ya sea directamente o a través de los efectos indirectos”.
Algunos de los campos en los que el sector es crítico son el transporte, las comunicaciones, el medioambiente, la agricultura, la respuesta ante desastres naturales, la energía, los mercados financieros y de forma relevante la seguridad y defensa. Y para cada uno de ellos, con efectos económicos, tecnológicos e industriales.
“El valor de la economía espacial es considerable y se prevé que aumente significativamente con la adopción y aplicación de soluciones espaciales en cada vez más sectores de la economía en general”.
Si en algo coinciden todas las estimaciones es en el crecimiento de la actividad espacial, con cifras alrededor de los 3 billones de dólares en la totalidad de operadores para 2035, es decir, en un periodo de diez años.
“La industria espacial está experimentando un profundo cambio estructural, con una mayor participación de las empresas privadas y un rápido crecimiento de las nuevas empresas innovadoras”.
Es uno de los elementos esenciales del llamado cambio de paradigma; frente a una actividad centrada en las agencias espaciales, ahora son múltiples los operadores que con la denominación New Space se han sumado al mercado. Se espera que la retirada de la Estación Espacial Internacional alrededor de 2030 promueva un aluvión de actividad que incluya empresas privadas, public private partnership y pequeños grupos de países que buscan nuevas oportunidades. De hecho, varios son los proyectos en marcha en Estados Unidos respecto a nuevas estaciones comerciales privadas, además de la existente estación Tiangong china y la futura nueva estación rusa, cuya propuesta de construcción es para 2027; todo ello sin hablar de la Space Gateway en órbita lunar. Y a ellos hay que añadir las naves tripuladas destinadas al transporte de personal y las naves carguero que aporten los suministros.
“La UE ha desarrollado activos y capacidades espaciales estratégicos de categoría mundial, con competencias técnicas a la par de otras potencias espaciales en la mayoría de los ámbitos”.
Se quiere dejar claro que Europa es una potencia en el campo espacial, con más de 250.000 puestos de trabajo altamente cualificados, que generan una economía de entre 46.000 millones de dólares y 54.000 millones. Baste citar los ejemplos de Galileo, Copernicus, Iris2.
“En general, la industria espacial europea ha seguido siendo competitiva durante las últimas décadas”.
En este punto se referencia el hecho de que se ha conseguido, a pesar de que la financiación pública es más reducida que en los competidores, que más de 800 empresas desarrollen su actividad en nuestro ámbito territorial.
“No obstante, se puede afirmar que la UE ha perdido terreno en las actividades espaciales y que un mayor retraso puede traducirse rápidamente en una mayor dependencia estratégica”.
Este es uno de los elementos claves que se explican con algunas cifras: Europa aporta únicamente el 12% del valor de mercando upstream y el 23% downstream. Hay un mercado amplio pero fragmentado y las principales pérdidas se dan en el sector de los lanzadores y los satélites geoestacionarios. Se ha generado una dependencia respecto al mercado de lanzadores internacional y, por si esto fuera poco, hay una gran dependencia tecnológica en componentes electrónicos, fruto de la deslocalización industrial.
“De hecho, las ventas comerciales y de exportación de la UE han experimentado un retroceso en los últimos años”.
Este retroceso ha venido teniendo lugar desde 2017 y factores disruptivos como el Covid-19 y la guerra en Ucrania han jugado su papel. La conclusión es que la rentabilidad del sector ha sufrido un rápido retroceso.
Una de las referencias concretas que se hacen en el informe es a la denominada crisis de los lanzadores europeos. Por su propia naturaleza, la actividad espacial requiere, sí o sí, del acceso al espacio exterior mediante la solución tecnológica de la que actualmente se dispone según el estado del arte: los lanzadores. Quien tiene lanzadores operativos tiene autonomía estratégica, de soberanía en el acceso al dominio espacial. Sin disponer directamente de esta tecnología, la dependencia respecto a un tercero no solo resta competitividad, sino que anula la autonomía y crea una dependencia absoluta de terceros.
Europa se ha encontrado con una tormenta perfecta en el sector, con el fin de los vuelos del Ariane 5, el cese de la relación con Rusia y el uso del Soyuz, los retrasos del Vega y del Ariane 6 (que recordemos, además, que no son reutilizables, lo que supone ya de por sí una desventaja severa frente a competidores estadounidenses e incluso chinos, que están explorando a marchas forzadas esta capacidad). Además, se pone de referencia que los dos mercados más importantes, el estadounidense y el chino, están dominados por sus propios lanzadores, con medidas regulatorias proteccionistas, lo que hace difícil que lanzadores europeos accedan a cuotas de mercando significativas en los mismos.
En un relativo corto periodo de tiempo, Europa se ha encontrado con disponer de tres lanzadores posibles para cargas de distinta masa, a prácticamente cero, como si la experiencia de los estadounidenses con el final del transbordador espacial no hubiera calado. Además, los competidores han desarrollado nuevas arquitecturas, tecnologías y capacidades que hoy por hoy, no están al alcance de Europa.
A pesar de eso, la Comisión Europea, que es el mayor cliente del sector en Europa, puso en marcha la iniciativa Flight Ticket, para dar opciones a nuevos proveedores de lanzamiento; pero habida cuenta el tamaño del mercado, habrá que preguntarse si este programa, además de fomentar la iniciativa y la competencia, no provoca una división entre las capacidades de los estados miembros y una mayor fragmentación de la base industrial.
Sede central de la Agencia Espacial Europea en París. Firma: ESA
A continuación, el informe busca los orígenes de esa brecha de competitividad que sufre el mercado europeo.
La primera causa sería una baja financiación pública del sector espacial; siendo la inversión pública esencial en el desarrollo de la industria espacial debido a su naturaleza y cantidad de recursos necesarios, la aportación publica europea es del 15% al 20% respecto a la que se lleva a cabo en Estados Unidos, dato por sí significativo. No solo Estados Unidos tienen una política muy activa, sino que el caso chino presenta un crecimiento acelerado, esperándose que sobrepase a Europa en los próximos años, con un presupuesto de alrededor de 20.000 millones para 2030. Otro elemento clave es la conexión entre los aspectos civiles y de defensa en los países competidores, claramente unidos y que empujan con fuerza el desarrollo espacial. En el caso chino, el factor de la mano de obra y su coste es muy relevante. En ambos supuestos, los mercados interiores son muy grandes, mientras que el europeo, siendo menor, tiene, además, como se ha comentado, dificultades para acceder a otros mercados y es, a la vez, muy permeable.
En segundo lugar, se pone de relieve la falta de coordinación entre los estados miembros de la Unión Europea. De hecho, la inversión europea efectuada no se hace de forma coordinada, por lo que no se crea una situación de agregación; la coexistencia de múltiples instituciones contribuye a la fragmentación.
A ello se une, en tercer lugar, una insuficiente inversión en I +D (2.800 millones frente a 7.300 millones en USA y 2.300 millones en China). Pero no solo se trata de inversión directa, sino de la necesidad de una estrategia espacial.
Por si la existencia de reducida inversión pública no fuera suficiente, en cuarto lugar, se señala el limitado acceso a la financiación y a contratos públicos. Por las características del sector, las inversiones son intensivas y se han de mantener durante largo plazo, lo que supone, además, un alto riesgo para su recuperación, lo que provoca a su vez un limitado acceso a la financiación, en contraposición con lo que sucede en Estados Unidos, en una proporción de 4:1 de desventaja.
En quinto lugar, se pone de manifiesto el carácter complejo y fragmentado de los modelos de gobernanza: múltiples instituciones a nivel estatal y europeo contribuyen nuevamente a la fragmentación de la base industrial, lo que redunda en la falta de competitividad. Frente a la NASA y la Space Force, tenemos la Comisión Europea, la Agencias Espacial Europea (ESA), la Agencia de la Unión Europea para el Programa Espacial (EUSPA) y cada uno de los estados miembros con sus respectivas agencias.
En este punto, el informe Draghi hace una especial referencia al concepto de georetorno, que, si bien hay que reconocer que ha tenido la capacidad de poner en marcha la industria espacial de muchos países, no menos cierto es que ha contribuido a la referida fragmentación, mostrándose ineficiente y contraproducente en algunos sectores, especialmente en el de los lanzadores y de los satélites de telecomunicaciones. Una serie de elementos asociados al georetorno lo explicarían: fragmentación derivada de las mecánicas de licitación; duplicaciones de capacidades en un mercando relativamente pequeño; un desajuste entre los agentes industriales más competitivos y la asignación real de recursos (impulsada por el reparto geográfico) y las preocupaciones por la elección de proveedores.
A mayor abundamiento, en Europa no se dispone de un “derecho espacial” unificado; muchos países tienen sus propias normas. La Comisión habla de proponer un derecho espacial europeo, materia en la que se está trabajando, fundamentalmente en crear estándares relativos a seguridad, resilencia y sostenibilidad.
El punto sexto pone de relieve la limitada coordinación entre espacio y defensa. Lo que es una indudable fortaleza en Estados Unidos y una plena identificación en China, no se da en Europa y solo en fechas tan recientes como 2023 se ha empezado a hablar de una estrategia europea de seguridad y defensa.
En séptimo lugar, la dependencia internacional es otro elemento relevante. Europa depende de tecnologías críticas y proveedores que como en el caso de Estados Unidos, operan con las restricciones propias de los regímenes ITAR y EAR, por ejemplo. Aquí se vuelve a poner de manifiesto la dificultad de accesos a otros mercados y la permeabilidad ya citada del propio.
Frente a estos elementos, se identifican una serie de puntos para tener en cuenta y vuelvo necesariamente a citar textualmente:
“De cara al futuro, la falta de inversiones adecuadas en recursos y capacidades espaciales europeas, con financiación pública y privada, tendría graves consecuencias para la industria espacial europea”.
“La Comisión ha puesto en marcha una serie de iniciativas destinadas a mejorar las condiciones para que las empresas del New Space escalen en Europa”.
Tras la instantánea, se presentan una serie de propuestas que deberán ser analizadas y, en su caso, implementadas.
Los objetivos propuestos entiendo que son pacíficos:
(i) Garantizar la autonomía y soberanía europea en el acceso al espacio, capacidades de defensa, aplicaciones claves para la sociedad como las telecomunicaciones, observación de la Tierra, navegación y seguridad.
(ii) Mantener o alcanzar el liderazgo industrial.
(iii) Habilitar más innovación.
Y para poder conseguirlos se enumeran diez propuestas de actuaciones:
Hasta aquí, las referencias directas al informe y el análisis de situación que hace, que a titulo personal considero acertada, con el valor de poner en evidencia situación reales y conocidas. Bien es cierto que algunas de ellas derivan de complejas situaciones políticas e históricas y que lo avanzado es mucho; pero de igual manera, hay lecciones que aprender, y hay que hacerlo de manera rápida, para evitar que Europa quede descolgada de la realidad espacial que vivimos. Eso supondrá sin duda un esfuerzo, pero sin duda merece la pena.
Es cierto que la propia estructura política europea ha favorecido las ineficiencias comentadas y que la realidad es que, frente a los mercados estadounidenses y chinos, altamente adscritos a nivel interno, el resto de mercados presenta una menor cantidad de opciones, ya que en los mismos hay que competir, a su vez, con los gigantes citados.
El programa ILRS de actividades lunares es la versión china del proyecto Artemis. Firma: infoespacial.com
Conocido es el hecho de que en Sudamérica y África se libra una fuerte batalla comercial por atraer a cada bando a potenciales clientes y que Europa está muy por detrás. En menor medida sucede lo mismo en Oriente Medio y la zona indoasiática, pero lo cierto es que, si las empresas europeas deben limitarse al mercado propio, las capacidades, no ya de desarrollo, sino de obtener beneficio, se verán fuertemente reducidas, porque a su vez, muchas compañías europeas se decantan sobre todo por lanzadores estadounidenses; China, a su vez, desarrolla una activa política comercial para sus lanzadores, el acceso a su estación espacial, y el programa ILRS de actividades lunares, que como es conocido, están abiertos a la colaboración internacional.
Especial referencia se hace a la denominada crisis de los lanzadores: en este punto hay que incidir en el hecho de que se ha llegado a una situación de falta de capacidades graves. Más que discutible es el hecho de disponer de modelos de lanzadores onerosos, no reutilizables y que, sin dudar de su eficacia lanzadora, pueden tener más que serias dificultades en buscar clientes fuera del marco institucional europeo. Ello se intenta compensar con el patrocinio de microlanzadores. Algunas empresas se han apuntado recientemente a esta iniciativa, mientras que otras, como la española PLD Space, ya estaban en el tema bastante antes, buscando cubrir precisamente la brecha nacional en materia de propulsión, donde otras empresas como Pangea, Arkadia e Ienai, por citar solo a tres, trabajan con entusiasmo y eficacia. Es de plena aplicación lo que, a nivel europeo, se puede extrapolar a España en este campo: la disponibilidad de autonomía estratégica y la plena soberanía en el acceso al espacio es un factor estratégico de primer orden que debe ser plenamente apoyado por las instituciones; la capacidad de lanzamiento, sin tener que requerir a terceros para ninguno de los elementos necesarios para ello, incluyendo los lugares desde los que se podrían llevar a cabo, son clave.
Finalmente, es evidente que todo el proceso de aplicar las propuestas pasa por, al menos, tres elementos claves: el primero, disponer de financiación, pública y privada; el segundo, una mayor interacción entre los aspectos civiles y de defensa y seguridad, que tan buen resultado han dado en el sistema estadounidenses; y en tercer lugar un esfuerzo normativo – organizativo a todos los niveles que incluye tanto la regulación de las actividades como el establecimiento de estrategias a largo plazo. En este supuesto trabaja no solo la Comisión, sino también estados a título individual. Si bien en algunos casos se está a la espera de que por parte de las autoridades europeas se de impulso al llamado derecho espacial europeo (con las limitaciones que ello representa en base al principio específico de no armonización en materia de derecho espacial, por más atajos que se busquen), en otros como Italia no se ha esperado.
En definitiva, el informe merece ser tratado con la máxima atención y aplicar muchas, si no todas, de sus recomendaciones para que Europa tenga el lugar que le corresponde en las crecientes actividades espaciales que nos ocupan actualmente y lo más importe, las que están por venir.